Al Flaco Spinetta

Silencio por Luis Alberto

Que sea el silencio…
Nadie hable, nadie cante…
Que los pájaros detengan su vuelo
Y las campanas sus repiqueteos.
Que las olas no acaricien las orillas,
Ni el viento agite la hojarasca.
Que vuelen los ángeles,
Que afinen solo los violines…
Que las gotas de  lluvia sean diamantes…
Porque se  ha ido un poeta, y necesito
Que exista el silencio, el sigilo
Aunque sea, por tan solo, unos instantes.

Voy a vivir cien años... podré?


Voy a tratar de llegar a los 100 años, y me he propuesto hacerlo con la mayor lucidez posible. No me importa si llego doblada, con arrugas, pero lo que haga, deberá ser por mis propios medios. El tiempo, por supuesto, dirá si lo logro. Si ocurre, el mundo no se detendrá, nadie se sentirá mejor, la historia seguirá su rumbo, la ciencia continuará sus investigaciones. Y si no lo logro... alguien estará de fiesta!!

Estoy por los sesenta... y... Trabajo, y por primera vez en mi vida en lo que es una pasión maravillosa. Enseño a pintar, y así vivo rodeada de gente con color, energía y luz en al alma.

Trato de abrir mi cabeza a todo..., disfruto del aprendizaje, de la diversidad de palabras y conceptos; hay mil cosas que todavía puedo aprender, que están esperándome escondidas en las páginas de cada libro. Estudiar me cuesta; hace dos años dejé en el camino un intento de carrera, pero no dejo de dedicarle tiempo a la lectura.

Respecto a mis hábitos, si quiero, me acuesto temprano... o tarde, y si quiero, no me acuesto; muchas noches me duermo sobre un sillón, con los anteojos puestos y un libro en la mano. Me visto porque no puedo andar desnuda por la vida, mucho menos con las flojedades que la gravedad asentúa año a año. La ropa dejó de ser un problema... si, ya sé, no hay nada más lindo que una mujer coqueta... pero ya le dediqué todos los años de mi juventud a esa vanidad que ahora me resulta innecesaria, entonces me pongo lo que tengo, lo que encuentro, lo que está limpio...  Soy respetuosa del la teoría del color, pero solo para serle fiel al arte.

Leo, aprendo, pinto, enseño y disfruto. Vivo " lo mejor que puedo"... al fin y al cabo, cuando la vida termine, no quedará nada más que lo vivido… y lo aprendido, porque de esa mezcla, seguramente saldrá algo que sobreviva, un libro, un cuadro... un dibujo... lo que sea, sin importar la trascendencia, porque esto tampoco cuenta.

Tengo una familia a la que amo más que a nada en este mundo, y amigos que son hermanos. Mis hijos son  la verdadera razón de mi existencia, pero la vida de ellos no me pertenece. La mía tampoco tiene dueños porque no negocio la independencia, razón por la cual no tengo marido... y no voy a caer en el dicho, ¡fracasamos!... ni ahí... ¡¡ es dificil convivir con seres ávidos de libertad !!

Soy difícil, y si  tengo alguna virtud, no soy yo quien deba expresarla. Me río de mí misma todo el tiempo, en fin... así llegaré a los cien.

No olviden, los que quieren llegar a viejos... tómense todas las noches media copa de un buen vino... o un licorsito, o un wisky; disfrútenlo, mejora la circulación y alarga la vida. No piensen dónde vivirán cuando llegue ese momento tan temido de la vejez muy vieja... dejen que el río corra. Entonces sabrán qué hacer… y seguramente será lo mejor

Cris

Intento Frustrado



Mi amigo inauguraba su nuevo negocio, y fui gentilmente invitada a la fiesta de apertura. Bocadito va, saladito viene, cervecita va, champancito vuelve, la fiesta terminó, y mi amigo, impugnando las voces perversas de quienes dicen que es un miserable, me regaló un baucher para hacer uso de las instalaciones de su…”gimnasio modelo”.

Con esa firmeza de carácter que tanto me define, pensé…-¡quién mejor que esta “gordita” para demostrar que todo es posible en las trincheras! ¡ Guerra a los kilos!... ¡A destrozar las máquinas!

Así fue que una mañana decidí formar parte de la legión de mujeres que airosas, luchan con dignidad por la forma de su cuerpo, en mi caso, corrompida en el abismo de la lujuria de los alfajores de chocolate, bombones de chocolate, dulce de chocolate, chocolate en barra, en rama, en taza, en contenedores… Fiel a mi estilo, que por supuesto no es Chanel, preparé el equipo de gimnasia.

1. Una remera talle “súper-talle”, que me cubría desde el cuello hasta los tobillos a modo de corteza tubular.

2. Un pantalón corto, que visto al revés podría confundirse, fácilmente, con una gorra para elefantes.

3. Un par de medias blancas que se perdían en los tobillos de patizamba que, de intentar una coreografía, solo podían interpretar …“Danza con hipopótamos”.

4. Y las zapatillas…pulcras y grandes como canoas listas a cruzar la parte más ancha del Río de la Plata.

Llegué radiante, convencida que la invitación era para usar esas máquinas milagrosas en las que caminás kilómetros sin moverte un centímetro, o escalás el Aconcagua sin trepar un centímetro, y en mi mente rondaba, confieso, la fantasía de una cintura de avispa, hombros erguidos y bien formados, muslos firmes, caderas reducidas…y entré como caballo desbocado, pero feliz.

Al llegar a la mesa de entradas, parada con mi equipo de gimnasia frente a esa niña delgada, pero con cara de perro rabioso, mi felicidad se esfumó como el humo de un cigarrillo; la invitación era, solamente, para una clase de Tae-bo. Llegué a una conclusión, cierta y dramática…mi amigo es un tacaño. Pero como soy una mujer resuelta, decidí quedarme.

Entré al salón, enorme, con una de sus paredes cubierta de espejos…y me dejé llevar por la vida. Tenía que motivar mi faceta agresiva, y me puse a recordar; divorcio, opositores políticos, corralitos, billeteras al borde del colapso…en fin…comencé a moverme, suavemente al principio, un poco más fuerte después.

El ánimo ganaba terreno y el cuerpo agitación. Me deslizaba de un lado al otro, me gustaba esa energía, y para mejorar mi concentración, me miré en el epejo… Era Karadagián bailando el lago de los cisnes. No podía coordinar los movimientos. Cuando la coreografía pugilística indicaba ir hacia delante, yo ponía marcha atrás. Golpe a la izquierda, yo a la derecha. Un pasito para atrás, y yo ponía primera a fondo, siempre pa´lante.

Sumergida en el delirio febril del deporte,colisionaba con otra novata que tenía a mi lado, pero que a diferencia de quien les cuenta esta historia, pesaba cincuenta y cinco kilos. Éramos la imagen viva de la bella y la bestia… ella era la bella.

Habían pasado veinte minutos desde el comienzo de la clase, y el agotamiento no me dejaba razonar. Advertido del abandono casi inminente, el profesor se me acercó, tratando de ordenar mis movimientos, o de ponerle un rumbo a ese momento de mi existencia, notoriamente descarriado... y golpe va, golpe viene, di, de pleno, y de plano, en el pómulo del hombre. Un sopapo violento, exacto, seco… profundo.

¡Pobre tipo!... ¡Casi lo mato!... No fueron suficientes todas las disculpas que ensayé; estaba alterado, con la sangre en el ojo; lo noté por el temblor de su párpado derecho. Temblor que nada tenía que ver con mi derechazo, porque yo coloqué el gancho en el pómulo izquierdo. Un buen pedazo de cuadril hubiese mitigado las consecuencias del revés, pero no veía una carnicería cerca.

A esa altura de las circunstancias, retirarme del cuadrilátero hubiese resultado una determinación sabia, pero como el desafío es mi pasión, resolví quedarme. La clase duró una hora, pero el ritmo vertiginoso del comienzo había declinado considerablemente. Lo que marcaba una dirección inversa a mi estado de ánimo, era el ojo del profe, que a al final de la rutina estaba notoriamente deformado. El hematoma en un  ojo, y el tic nervioso en el otro, puso de manifiesto los síntomas de esa enfermedad terrible que se llama MARISMO… un ojo para el carajo y el otro lo mismo. La presión arterial del hombre estaba al tope, pero la mía no tenía nada que envidiarle; mi cara estaba al rojo vivo, como chimenea de vapor a punto de estallar.

Una ducha de agua fresca me hizo regresar al mundo de los vivos; me sacó, literalmente, del infarto final. Bueno, no queda mucho por contar, excepto que esa fue mi primera, única, última práctica pugilística.

Cris